'The Lighthouse' - Robert Eggers (2019)

  • The Lighthouse






El largometraje está ambientado a finales del siglo XIX. Nuestros dos protagonistas son encomendados a cuidar un faro en una remota isla de Nueva Inglaterra durante cuatro semanas, sin embargo, su labor no será tan fácil como ellos creían.

Con un bellísimo uso del lenguaje cinematográfico, Robert Eggers nos transporta a aquella isla olvidada y asilada del mundo, donde por una hora con cincuenta minutos jugará con nuestras emociones al igual que lo hace con sus personajes. 
Siendo un thriller psicológico más que una cinta de terror, el ritmo de la película es medianamente lento pero esto no es sinónimo de aburrimiento. La construcción que hace de la trama es la precisa para desarrollar la psicología de sus personajes y podamos entender (o tratar de entender) el por qué de sus acciones.
Desde los primeros cuadros podremos encontrar la atmósfera que envolverá el film, siendo de las cosas en las que más peso tiene la película, al igual que el diseño sonoro y la sublime fotografía, sin olvidar las estupendas interpretaciones de sus dos protagonistas. En pocas palabras, está película hace todo bien a mi parecer, aunque no debemos olvidar que no hay película perfecta. 
Hablemos brevemente de sus departamentos. Empecemos por la fotografía: El aspecto de la imagen (1.19:1), sirve como recurso cinematográfico, siendo utilizado para que sintamos esa claustrofobia que viven los protagonistas. El director, al usar el blanco y negro así como el granulado en la imagen, trata de emular esas películas antañas, jugando también con la creación de un entorno envolvente y opresor; sin lugar a dudas cada fotograma bien podría ser un cuadro con una belleza terrorífica. 
El diseño sonoro es la representación de lo sobrenatural, causando incertidumbre de quién produce tales sonidos y de dónde salen, además de que nos toman de la mano para acompañar al desquiciado mundo en el que estamos inmersos. 
Sin lugar a dudas las actuaciones de Willem Dafoe y Robert Pattinson son apabullantemente buenas. Ambos encarnan a la perfección lo que aflige a sus personajes, escenificando grandes interpretaciones dignas de recordar, haciendo que, al igual que ellos, nosotros como espectadores empecemos este viaje de ascenso a la demencia y al punto de no retorno. A la par, lo que permite que sintamos esto es la escenografía, la cual se va deformado al mismo paso que los dos fareros, creando una simbiosis que puede pasar desapercibida pero que es digna de comentar. 
El film sin lugar a dudas tiene diferentes lecturas, pero hace evidente los temas que aborda: cómo el aislamiento de la sociedad y de uno mismo puede desencadenar muchos de nuestros instintos más primitivos, orillándonos a tomar acciones que quizá regularmente no pasen por nuestra cabeza. La lucha de poder y nuestra sed por saber todo, aunque esto a veces juegue en nuestra contra. El cómo nos desenvolvemos en nuestro entorno dependiendo de las circunstancias sociales y geográficas. Nuestros intentos por escapar de nuestro pasado pero a final de cuentas no podemos dejar atrás nuestros actos, los cuales nos acompañarán hasta que la luz se extinga o nos carcoma.
Me gustaría extender mi fascinación por la secuencia final cargada de emoción que no te dará tregua hasta que aparezcan los créditos. Es verdaderamente impactante.

Con un misticismo hermoso, Robert Eggers juega con nosotros haciéndonos elaborar teorías de qué es cierto y qué no pero  creo que lo hermoso y único de esta película radica en no buscarle un sentido a todo, porque no todo tiene una respuesta en este mundo.
Él busca sumergirnos en esas olas blancas saladas donde fácilmente podríamos perdernos y ser olvidados hasta por el mismísimo mar. Sólo únete a estos dos fareros en su guardia y desenmascara lo que esta isla oculta, lo que ellos ocultan y callan, sé parte de sus temores y deja que la locura ocupe en lugar en ti hasta sus últimas consecuencias.








 







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